MENU DEL DOMINGO EN TRES TIEMPOS.


Los domingos siempre son especiales, aunque no se quiera hacer absolutamente nada más que estar en la cama, leer un libro o ver un programa en la TV, que el hecho de cocinar o no cocinar sea una decisión del estómago y nada más.

Pero si se tiene comensales a los que no se puede dejar pasar por alto, necesariamente hay que hacer una pausa en la deliciosa idea de no hacer absolutamente nada que pueda ser categorizado como compromiso. Hay que levantarse a cocinar, sobre todo cuando en tu casa eres la que tiene el manejo de las ollas y los sartenes.
Y hoy no tenía deseos de cocinar lo mismo, lo de todos los días, lo de siempre.  
Entonces, hay que hacer una consulta.
El risotto, el clásico dominguero en este hogar, no tengo cerca a su mejor defensor, su más fiel seguidor. Descartado.
Tenía deseos de una carne al grill o la plancha, un churrasco o un steak. Pero había que quitarse la pijama, bajar a la guagua e ir hasta el supermercado a buscar un buen corte.  Descartado.

Después de un desayuno que aparenta simple, pero es elaborado, unos rollos de queso con salsa marinara envueltos en tocineta y un gran vaso de jugo de naranja, creo que tengo tiempo para pensar y saborear el menú de almuerzo, que por supuesto será muy tarde porque los desayunos al mediodía mueven toda la agenda. 

Muy entretenida circulando entre las redes recordé que tenía una rica auyama, ya sancochada y dos horas después del desayuno me paré de mi silla y preparé una crema de auyama o calabaza con orégano y parmesano, una pequeña entradita. 

Se me encendieron las luces, la comida se iba a servir en tres tiempos, como la música.  Ese es el título del menú de hoy. 

Y el menú es: 

  • Primer tiempo. Entrada de crema de auyamas con parmesano y orégano.
  • Segundo tiempo. Ensalada de granos con tocineta.
  • Tercer tiempo. Crépes de pollo y espinacas.
Y se fue preparando despacio, sirviendo entre intérvalos de tiempo, mirando las caras de satisfacción de mis comensales, porque uno de ellos es un poco complicado pero la otra es excelente, siempre está dispuesta a probar cualquier cosa que se me ocurra. Es una más de las tantas cosas por las que me gusta que mi madre viva conmigo.


Y así quedó la ensalada de granos.


Una muy fácil. No hay que decir la receta pero si quiero dejarles unos tips.  

  • Es una muy buena opción para reponer las latas de diversos granos que tengamos en despensa, pero cuando te das cuenta que tienes marcas diferentes, es posible que tengas granos de diversos tamaños. No deja de ser agradable por eso, pero mejor si todos son de la misma marca.
  • Hay que drenar bien las latas de habichuelas, de lo contrario queda una crema muy espesa y lo agradable es que quede un poco seco.
  • Mucha cebolla, bien picada para que no se note, es el sabor esencial a la hora de sazonarla. Igual con el perejil.
  • Le he puesto tocineta y le he espolvoreado queso parmesano. Es opcional agregarle otros sabores.
Mi comensal más complicado no quiso probar la ensalada de granos, no obstante a que le gustan las habichuelas, pero solo el hecho de saber que es ¨ensalada¨ bloquea sus papilas. 
Y en el tercer tiempo, el crépes de espinaca y pollo. Ese si lo comió con avidez.
Mucha crema de queso y a saborear. 
 Ni siquiera me dio la oportunidad de tomarle una foto mientras lo partía de modo que se viera el rico relleno.
Por supuesto no quedó absolutamente nada para después, ni siquiera la crema.
Ni consideró que la espinaca es un vegetal. 
Eso compensó la que no quiso probar.  Ha sido un éxito el menú del domingo.

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