FLUIR...CON LOS OJOS CERRADOS



No hubo reflexión de fin de año, ni enunciados y propósitos para el que inicia, sólo una aceptación de lo que podía ser mejor y una idea clara, aceptable, de cómo poder hacerlo.

Para finalizar el año siempre hay energías renovadas, cambiar el número del año en el calendario nos da la sensación de que acabarnos de mudarnos a un nuevo barrio, una nueva casa, que tenemos un nuevo trabajo y hasta el marido es otro, parece ser diferente para mucha gente aunque sea el mismo.

Yo misma no estoy exenta de esas sensaciones, no tendría por qué ser diferente. O quizás sí. 

La verdad es que me siento diferente, emocionalmente, aun viviendo en la misma casa y teniendo el mismo trabajo y los mismos ingresos y disfrutando el mismo vacío. 

Esa es la diferencia, ahora disfruto sin ebulliciones ni desesperanza lo que tengo y lo que espero alcanzar. 

Tengo una nueva lección, una que me sé desde hace mucho, pero que he estado practicando a medias: fluir, soltar, permitir que las cosas sean resueltas de un modo distinto al conocido, al planeado. El concepto es manejado desde hace mucho tiempo y durante todo el año hice esfuerzos ingentes para asimilarlo. Me gusta tener claro todas las aristas de cualquier proyecto que emprenda o de cómo cubrir mi vida cotidiana, sin embargo entiendo que cuando planteamos como solución justo aquello que conocemos, cerramos la posibilidad a que las cosas puedan suceder de una manera diferente a lo pensado. No me ha sido fácil, sigue requiriéndome mucho esfuerzo, sin contar con que para lograrlo simplemente debo dejar de pensar en eso y dejar de esforzarme.

Ufff. Agotador sin ser trabajo.

El universo está plagado de posibilidades, hay vida por todas partes, sólo que no tenemos la mínima idea de cómo puede ser porque no las conocemos, porque mientras no conocemos algo creemos que no existe, mientras nuestros sentidos no lo hayan palpado no aceptamos como válido esa posibilidad. 

Se nos pierde la lección que tuvo que aprender Santo Tomás, aquello de ¨Ver para Creer¨, cuando la verdad se encuentra delante de nuestras propias narices. Y es parte del ejercicio para este nuevo año, del propósito transversal, toda forma es posible, no hace falta haberla conocido o tenerla asegurada. Lo entrego, dejo que mis metas, proyectos y propósitos sean encaminados sin tener que fijar la manera en que puede ser, me dejo fluir.

Y pues, parece que la reflexión llegó con la Vieja Belén, porque en el algún momento debe llegar ella con los regalos que se le quedaron por entregar a los Reyes Magos o a Santicló.

Comentarios

Entradas populares