Mientras me detengo en un semáforo camino al
colegio desvío la mirada hacia mi copiloto, que viene muy entretenido
escribiendo por el celular, chateando, quizás con los mismos compañeros con los
que dentro de pocos minutos se va a encontrar.
Y en breves segundos mi mente empieza a plantearse
algunas preguntas que se pierden en el cambio de luz, porque hay que continuar
y estar pendiente del trayecto y la selva de asfalto que hay que atravesar.
Sin embargo, parece que hoy es el día para el tema.
Otros documentos debo revisar que muestran un flujo de datos, una conversación
en el tiempo y otras de manera instantánea, diferentes niveles y formas de conversación
escrita: un intercambio de correos que podría parecer de manera inmediata y sin
embargo lleva en sí mismo un espacio de tiempo para la respuesta y un nivel de
mensaje con un mayor detalle; otra conversación que se va dando con palabras
que fluyen en una respuesta inmediata y otra donde las respuestas parecen ser
inmediatas, pero toman sus minutos en ser respondidas.
Los tiempos nos llevan a mantener una conexión. La
tecnología avanza para ir permitiendo que esto suceda, cada vez con mayor
facilidad.
Las preguntas son variadas. Qué tanto nos estamos
comunicando? Qué tanto nos estamos entendiendo? Hasta donde estamos dispuestos
a llevar la conversación? cómo aprovechamos el uso de los conocimientos, las
ideas, el buen uso de la ortografía, la entonación que no se escucha, se lee,
la percepción del mensaje, las emociones que expresamos?
Hablamos más con los dedos que con la voz. A mi en
lo particular me gusta escribir, con lo cual la conversación escrita me
fascina. Sin embargo no siempre tengo la expresión adecuada ni tampoco tengo la
respuesta esperada. Por múltiples razones se dan las diferencias, quizás la
misma naturaleza de cada cual, hombres y mujeres, hace que las ideas se
perciban de manera diferente. O no contamos con el mismo nivel de manejo del
lenguaje.
Entonces me preocupan las relaciones que estamos formando, las emociones
que estamos expresando a partir de la comunicación que estemos manejando.
No hay una voz que muestre niveles de sensibilidad, la risa, la rabia.
No hay una mirada que revele sentimientos, pasiones, verdades.
Hacen falta más encuentros. Más roces que nos permitan reconocernos.
Complicidades compartidas, diferencias conciliadas, secretos que se susurran. Muchas veces creemos que nos conocemos pero no es cierto.
Necesitamos mirarnos a los ojos, aprender de la confianza que da la luz
que sale del alma, reconocer el timbre de voz, los altos, los bajos, las
pasiones con ronquera, la risa fuerte y la sonrisa. Crear lazos que realmente nos unan, no permanecer solo en lineas espaciadas o en ¨rayitas abajo¨ o asteriscos. Quizás no soy el mejor ejemplo para la promoción de los encuentros, pero admito que tiene mucha relevancia, más allá del simple hecho de compartir, es reconocerse y vincularse.