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Los placeres simples de la vida

Dejarse llevar por los placeres simples de la vida es una de esas lecciones  trascendentes de cada día, el reconocimiento de las cosas que son realmente importantes en la vida.  Los Daneses lo llaman Hygge y lo consideran un arte. La pandemia de COVID-19 nos hizo reflexionar sobre lo que realmente es valioso e importante, aquello que no puede obtenerse con dinero o por méritos, sino con afectos, con dedicación y empatía, desde el corazón.  El valor del tiempo dedicado a la familia y los amigos alcanzó un reconocimiento y dimensiones elevadas: abrazar, expresar el amor.

Seguro que ya muchos han identificado algunos de esos placeres de la vida que de forma natural son simples pero a la vez relevantes y hoy quiero compartir específicamente algunas ideas.

Comenzando con lo básico, aquello en  lo que todos están de acuerdo pero no se menciona de manera explícita, sino más bien reservada, como por ejemplo cuando podemos complacer la urgencia de ir al baño, ese momento en que finalmente y a tiempo podemos sentarnos, soltar y respirar profundo.

Un vaso de agua en un momento de mucha sed y calor resulta ser el alimento más rico del planeta, sin mencionar lo que podría provocar un vaso de aquel conocido refresco con mucho hielo, que hace agua a la boca y está vinculado a la frase aquella del desierto.  

Y continuando con el tema del calor que nos ataca, un baño refrescante para bajarle la temperatura al cuerpo sería un placer simple pero gratificante, sobre todo en un clima como el que estamos teniendo: puede ser una ducha, una manguera, un rio.

!!Qué grato es poder transitar una tarde sin encontrar entaponamientos en el camino o choferes ignorantes e irrespetuosos!!

Y si de comidas hablamos, la subjetividad y las experiencias marcan una diferencia entre las exigencias de unos y otros, pero en sentido general, las tradiciones y la cultura nos llevan al deleite de esos sabores que nos acompañan desde la niñez, no importa la condición social, los cuales siempre solían ser sencillos y fáciles.  

Podemos destacar aquellas picaderas que fueron parte de la merienda en las escuelas, sin tomar en cuenta a cual usted asistiera. No eran para platos elaborados, sino alimentos simples que permitieran satisfacer el hambre y permitieran continuar con la jornada escolar dejando recuerdos entrañables: bizcocho como aquel llamado "borracho" que llevaban en una bandeja, divido en cuadritos y que ahora llaman "red velvet"; o un helado casero presentado en fundita, especialmente el de batata con coco. Las gelatinas siguen siendo utilizadas con lo cual no pierden actualidad y más fáciles no pueden ser. Por supuesto no puedo dejar de mencionar el yaniqueque.

Acostarse  en una cama con sábanas límpias recién colocadas; el aroma del café recién colado y cuando finalmente lo puede saborear, la ricura en el paladar; el breve instante en que sentimos la humedad en los pies enterrados en la arena de la playa, con la vista en el horizonte azul, o si prefiere el aire frio de alguna zona de montaña, la posibilidad de recostarse en un mueble, arropado, con una taza de algo caliente o una copa en una mano y a lo mejor un libro en la otra, o el control de la TV listo para iniciar una serie. Quizás prefiera compartir ese momento con las personas que ama.

Piénselo. Haga su lista.  De seguro hay muchas cosas que realmente disfruta y que no tienen un costo comprometedor, no requieren un esfuerzo alto para obtenerlo y por el contrario, le proporcionarán ese momento de felicidad que andamos buscando y que en realidad es el verdadero concepto de vivir la vida.





REMEDIOS PARA CUIDAR EL ALMA

Cierre los ojos e imagine cada detalle de lo que voy contar. Le voy a hablar sobre esta ciudad. No es nueva, por el contrario, es una ciudad de muchos años, sin embargo no es antigua ni gastada, tiene el brillo de la luz, el blanco de la espuma del mar, los colores de las flores en las puertas.

Es una ciudad sencilla, de formas sencillas, de gente sencilla, de corazón abierto y transparente. 

Muchas casas fueron construyéndose una justo al lado de la otra, aprovechando la pared del vecino, ese que instantáneamente se convierte en familia, compartiendo ventanas, portales, aromas y platos recién cocidos, música y alegrías. Las penas, cuando aparecen,  se sienten pero no se comparten, se susurran muy bajito para que solo las escuche la almohada, con la certeza de que al día siguiente, con el amanecer, ya habrán desaparecido. 

Le puedo asegurar que la gente está llena de paz, se despierta con la expectativa de los rayos del sol que cada día tocan a la puerta, llenando de luz todos los rincones del hogar. Debe ser que los pajaritos se ponen de acuerdo y comienzan a entonar la misma canción a la misma hora en cada ventana anunciando el nuevo día.

Y pareciera que todos los días se realizan las mismas rutinas, las mismas acciones, sin embargo no hay rutina que tenga una carga de amor tan alta y a la vez pueda convertirse en tedio.  

Levantar la cortina que cubre la ventana y sentir la brisa del nuevo día.  A continuación encender la estufa y preparar el café mientras al mismo tiempo se calienta también el agua para el té; disponer de los ingredientes para preparar el pan ligero y acompañarlo con huevos revueltos, yogur, frutas frescas y miel.  ¿Cuál sería la música ideal para ese momento en que inicia el día? Esa también me acompaña.

¿El trabajo? Vivir cada día con la mejor sonrisa, porque es lo único que tenemos seguro, este día, este instante, el regalo del brillo del mar visto desde la puerta y el aroma del salitre. Todo lo demás que se pueda hacer solo viene a complementar lo que hace falta para continuar el siguiente día, ya sea sembrar, pescar, construir, negociar, reparar, vender o escribir. 

Yo definitivamente tengo el mejor trabajo del mundo. A un costado de la entrada de la casa he dispuesto un pequeño espacio, una terraza techada de flores rosadas y amarillas, rodeada solo de barandillas, dando la sensación de estar colgado de una ladera, un espacio completamente abierto y dispuesto a recibir la brisa que viene del mar. Con algunas sillas y cojines, está colocada una mesa para servir el café, porque eso ofrezco, la posibilidad de degustar un rico café. También dispongo de la magia del té, de las combinaciones que se me ocurre crear con las hierbas y ramas que he cultivado del otro lado de la casa.

Pero lo verdaderamente sabroso es el café, acompañado de una mirada amorosa, de un hombro para dar apoyo, de unas palabras de aliento y unas manos que ofrecen ayuda. Le ofrezco los remedios que conozco para cuidar el alma. También cuento con combinaciones para el café, variedades que recibo de otros lugares, especias que resaltan algunos sabores.  El espacio está dispuesto, puede escoger la taza de su preferencia, todas son distintas, muchas tienen historias para contar las cuales con mucho gusto puedo compartir, porque aquí encontrará compañía, alguien con la disposición a escuchar y si así lo desea, también podrá oír algunas historias, consejos o respuestas a sus inquietudes. La greca se pone cuando llega el comensal y elige la bebida y combinación de su preferencia y se repite tantas veces como lo desee.  El aroma hechiza y quizás también le pueda brindar, como cortesía de la casa, alguna galleta dulce o salada, dependiendo de su preferencia.  

Cuando sucede que todos están en sus labores y que no hay nadie esperando para saborear la delicia del café o del té compartido, tengo la oportunidad de conversar con las plantas, las hierbas, las flores y los frutos, encender el fuego en la cocina y como si tuviera una varita mágica en las manos, disponer de los ingredientes para inventar un nuevo menú para este día.  Puedo asegurarle que siempre continuará sonando alguna melodía, una que combine con las emociones del día.

Y entre actividades, sola o acompañada, en la intimidad de la familia o en la intimidad de los visitantes, transeúntes y vecinos que buscan agregar felicidad a sus días con una taza de café, de seguro encontraré algún momento para dar rienda suelta a las ideas y escribir algunas historias, llenar páginas de sueños, de anécdotas o de curiosidades.

Pienso que de esto se trata la felicidad, que disfruto lo que hago y lo comparto. Te invito a mi hogar.



Te cuento una breve historia

El día transcurría sin darnos cuenta, y sin embargo, era el final de la tarde y todavía seguía el sol afuera.  Y mientras tanto, al calor de la cocina, manos que picaban viandas, otras que espolvoreaban especias y orégano y llenaban de magia y sabor las carnes, historias y chismes en perfecta complicidad.  

Llegan los que faltaban y aumentan las alegrías, unos muy chicos, otros menos chicos y otros muy distantes en edad pero aún más chicos que los primeros. Risas, besos, ocurrencias, brindis.  ¿Dònde más se puede buscar la felicidad?

Y para que el día sea más perfecto aún de lo que ya era, entre familia, comidas e historias, recibimos estos tonos del atardecer.

Y sucedió el 8 de abril del 2018,  hace 5 años.  Escrito y publicado en redes. 

No teníamos la más mínima idea de que un día estaríamos en recogimiento por una pandemia mundial que nos apartaría, pero que también nos enseñaría que esos momentos y esas personas son lo que importan en la vida.

Foto Cortesía de Adrián Rosario




 

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