Sin Matices al Amanecer
Mientras ella toma su café cuenta
las primeras historias del día.
Quizás las segundas.
Las primeras tienen que ver con sueños que se viven y se recuerdan, con sábanas que no se quieren abandonar, con motivaciones sobre ese próximo día sin que suene el despertador.
Hoy no vio tonos coloridos en el
amanecer. Hoy se levantó a oscuras a regar las plantas de su jardín, a pesar de
la lluvia de la noche anterior. Sus
raíces necesitan un poco más de cuidado –pensó- aquella reserva de humedad para
que las hojas se puedan mantener en los días cálidos.
Tal y cual nos pasa a todos. No
basta con sentir atención y cariño solo en la piel. Se hacen necesarios los
afectos profundos para mantener estable las relaciones cuando llegan los días
difíciles.
Y mientras regaba las plantas y
sentía el agua fluyendo por sus manos y sentía las vibraciones que ellas le
devolvían, aprovechó para sanar su alma, para limpiar su espíritu.
El cielo estaba despejado.
Sonaban truenos pero no se veía en dónde. La luna todavía estaba alta pero
perdida su luz en caras ocultas.
La claridad del día llegó y los
tonos fueron limpios, despejados.
Recordó otros días en donde al levantarse se deleitaba en
los matices, esta vez no vió colores en el amanecer. El día empezó a transcurrir sin asombros, extraño.
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