SABOREANDO RECUERDOS
Uno va dejando muchas cosas guardadas en el celular, sobre todo imágenes que quizás no utilizaremos pero que nos gustan, y se va llenando la memoria del mismo y como corresponde hay que empezar a borrar fotos y videos para recuperar espacio.
Así fue como encontré una captura que hice hace un tiempo sobre una publicación. Tenía un propósito, conservar los nombres de los vinos mencionados, pero al verla mis pensamientos se detuvieron en recordar otras escenas de una de mis películas favoritas, Ratatouille.
He hecho ratatouille en casa y ciertamente ha gustado mucho, pero lo mejor sobre evocar el plato es recordar el momento en que Antón Ego, el crítico culinario, se remonta a su niñez en el instante que saborea la combinación de vegetales de ese plato.
Los recuerdos placenteros de la niñez normalmente están vinculados a una travesura o a una comida. Hasta nos permiten sentir olores y ambientes en donde vivimos esos momentos.
Tenía la intención de escribir muy descriptivamente sobre esos alimentos que hemos dejado de tener en nuestro menú cotidiano pero que inmediatamente los vemos o escuchamos mencionarlos nos transportan a nuestra infancia, sin embargo se me ocurrió primero hacer una consulta en algunos grupos de chat de amigos cercanos y me ha fascinado la forma en que han respondido. Creo que con esa consulta alcancé el objetivo de lograr que quienes leen lo que se me ocurre escribir puedan sentir y disfrutar también lo que estoy describiendo, porque cada respuesta estuvo cargada de ímpetu, de placer, de añoranza.
Y me parece que muchos coincidimos. Hubo varias personas que recordaron cuanto les gustaba la gelatina, a mi particularmente la de color rojo, no importaba si era fresa o frambuesa. El locrio de pollo o cerdo fue todo un éxito de sincronía, así como el gofio del que no me acordaba. Ya no se menciona, pero la malta morena, principalmente con leche condensada, era la favorita de una generación y como opción para los que podían acceder a ella, la chocorica.
En su mayoría la referencia fue a dulces o alimentos de desayuno o cena: Cocoa, Café con leche recién hervida acompañado de pan de agua, avena, harina de negrito, yaniqueques y algunos hechos por personas en específico porque no todo el mundo los hace así de buenos, el pan con mantequilla de nata de leche o simplemente pan sobao con mantequilla; arroz con leche para cenar, no como postre y la mazolemba (una especie de harina. No estoy segura si se escribe de esa forma) que se preparaba principalmente en Palenque
También el morisoñando y el jugo de ¨china¨ recién exprimido, así como el mabí de limón de doña Ramona. Y de los dulces me encontré con el triangulito de leche condensada, muy popular por lo práctico y asequible de precio, el conconete con refresco rojo, porque la combinación era lo que hacía especial ese postre, los ¨bolones¨, el jalao y la cocaleca que todavía mantienen su consumo y popularidad. Uno muy peculiar fue el que combinaba el pan de agua con el dulce de coco tierno.
La habichuelas con dulce estaban entre las menciones, pero puedo deducir que quien la recuerda de su niñez mantiene a flor de piel el niño interno, porque es un postre que se consume con frecuencia, especialmente en época de Cuaresma.
Tengo un amigo que añoraba la compota de frutas y me parece que se fue muy al principio de sus recuerdos de infancia.
Las amigas de colegio recordaron con mucho placer el bizcocho ¨borracho¨ que solo se podía comprar a escondidas y a la salida porque los padres no aceptaban que uno comiera esos dulces y mucho menos a esa hora. Ahora lo han refinado y le llaman Red Velvet.
Otro recuerdo colectivo fue el de las pizzitas y los pastelitos que también se compraban a la salida del colegio, en la Panadería y Repostería Villalona. Había olvidado que realmente eran sabrosos.
Porque debo aclarar que algunos recuerdos de alimentos vienen con etiqueta de especificidad sobre las personas que los preparaban o el lugar donde se conseguían:
- Los helados de Elena, de coco, leche y fresa.
- Las toronjas rojas de Vizcaíno (padre) y los dulces de cajuil de Alicia la de Don Marco Pérez.
- Las arepas que vendía Cadete el de Pedrito Pérez y el pan de batatas.
- Los mangos de Isidro el abuelo de Fernando el Loco.
- Helados de potecitos que vendían en el colmado de Carmito y Elena.
- El dulce de coco de Bonilla.
Otros amigos son muy peculiares en su memoria culinaria. Me encontré con un pan ¨de cuatro tetas¨ preparado con aguacate y tomate y otro amigo que prefería arroz con huevo a las 11 de la noche.
De las pocas cosas que me atraía comer, porque siendo niña mi gusto por la comida era muy limitado, estaba el repollo rayado, sin sazonar. Me lo encontraba un poco dulce y eso me agradaba. Nunca se me hubiera ocurrido que las berenjenas o los guandules secos podrían ser un recuerdo de alimentos de la niñez, tampoco los chulitos, ni el cocido o los bollos de harina con coco, los cuales se preparaban en mi casa pero definitivamente no me atraían. Quizás la sopa boba que tanto le encanta a mi prima, pero sin mucho afán.
La experiencia de ver mencionar todos esos alimentos fue muy agradable, pero mejor aún, el entusiasmo con el que se hacía alusión a cada uno de ellos y la alegría de momentos de infancia vividos y vinculados a esos recuerdos. Muchas cosas son difíciles de rescatar, ya no se preparan, ya no se venden, ya no están, pero entiendo que otras las estaremos ubicando, elaborando, rememorando, para traer la felicidad que nos brindaron esos recuerdos a nuestras vidas.
Mientras leía me llegó a la mente los famosos chicles bubble bobble, que tenían ese sabor que no se acababa, creo que los desaparecieron porque con uno podías pasarte medio día masticando y no perdían su sabor.
ResponderBorrarlos triangulitos!!
ResponderBorrarQuerida Rhada, para mi recordar los triangulitos fue toda una emoción. Eso si ha sido una pena que ya no se comercialicen.
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