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MUCHAS CABEZAS, MUCHOS MUNDOS

 "Cada uno de nosotros creamos un mundo entero en nuestra cabeza y vivimos en ese mundo".  
El Quinto Acuerdo, por Don José Ruiz.

Leyendo el libro citado, cuando me encontré con esa frase me detuve y después de entenderla como lección, empezaron a brillar lucecitas alrededor de mi propia cabeza, no porque había tenido un momento de elevación, claridad intelectual o espiritual, sino porque se me despertó la duda sobre qué estará pasando por la cabeza de algunos personajes muy peculiares y cómo podría ser ese mundo íntimo en el que se desenvuelven.

Cuando meditamos hacemos una visita imaginaria a otros lugares, pero en esta ocasion no me refiero a esos espacios, me quiero referir a los mundos que son creados a partir de estados de ánimo o de circunstancias en la vida, o quizás las cualidades individuales de cada persona, sin que exista un proceso de inducción a ese momento de meditación.  Por supuesto, primero me dediqué a definir el mio propio, los escenarios que se pueden construir en mi cabeza y ciertamente debo admitir que hay varias habitaciones disponibles de acuerdo a las circunstancias y el momento, hay varios mundos flotando en mi interior.  

Me llegó a la imaginación que para una persona que tenía edad adulta entre los años 60´s y principio de los 70´s,  en su cabeza (su mundo) habría suavidad, relajación, música, pintando todo a su alrededor de color de rosa, amor y paz. Puedo sospechar que la influencia de los alucinógenos, que es un elemento con el que se vincula al movimiento hippie de ese momento histórico, es un referente para suponer esa visión de las cosas.

Por otra parte, hay personas que viven discutiendo y quejándose por todo, pues me imagino que llevan su mundo interno entre truenos y relámpagos, en bruma, lloviendo, pero con calor, mirando solo el lado negativo de las cosas y complicando todo a su alrededor.

Estarán aquellos que podrían ser más creativos y colorear sus espacios con Animé, crear su avatar, que a lo mejor es un personaje completamente diferente a la realidad, no una caricatura, sino una figura diferente, estatura, contextura, color, incluso género opuesto al que tienen en esta realidad.

Haciendo el ejercicio de adentrarme en uno de mis mundos y detenerme en los detalles, recordé que en mayo del pasado año escribí  Remedios para Cuidar el Alma y describí una ciudad especial, que podría ser el lugar donde se ubica esta habitación maravillosa que voy a presentar a continuación.  

Está ubicada en la ladera de alguna montaña en una isla griega. Una terraza circular techada con paredes y cortinas blancas, con ventanas casi en su totalidad para tener la vista del mar azul desde prácticamente todos los ángulos, muebles de colores claros y muy acolchados que cubren todo el espacio, adornados con muchos cojines con lindos y coloridos diseños bordados en estilo hindú, con borlas e hilos dorados. Algunas mesas de poco espacio porque en algún lugar hay que colocar la taza del café o la copa y las picaderas, además de algunos jarrones con flores. En alguna esquina y de manera discreta, una bocina que reproduce una suave música de jazz, o quizás algún ritmo folclórico de la zona. Los libros están en los muebles, son los invitados y acompañantes de este lugar maravilloso, lleno de paz, de relajación, de iluminación.   Aún sigue estando en uno de mis mundos, en una fracción de mi cabeza que contiene elementos de esos que me representan, un refugio de sueños y felicidad.

Este ejercicio de imaginación me recuerda la canción Pájaros en la Cabeza, del cantante español Ismael Serrano, quizás no en el contexto que estoy compartiendo ahora, pero tiene esa referencia a los mundos que creamos en nuestra cabeza, ligado a los sueños, los deseos, quizás las frustraciones. 

Me gustaría proponer que seamos conscientes de la posibilidad de esos mundos alternos y hagamos el ejercicio de crearlos de manera intencional, colocando todos los elementos que nos hacen feliz, que nos llenan de risas, de sueños, provocar al Universo para que quizás exista la posibilidad de que puedan ser sacados de la cabeza y convertidos a otra realidad.


del otro lado de la barra

Debo confesar que siempre me gustaron las barras, en bares o en restaurantes, mientras se espera una mesa disponible. Me gusta la informalidad que tiene ese espacio dentro de un bar.  Es un punto de referencia para todo el que llega a un lugar, ya sea para encontrarse con alguien más o simplemente porque quiere observar el ambiente donde ha llegado, para desde allí decidir donde colocarse o si no le gusta el entorno, entonces retirarse.

Pero más allá de su funcionalidad y lo acogedor que puede ser, lo que realmente me resulta atractivo es el otro lado del bar, la posición del bartender, su rol especial, no el de servir las bebidas, sino acompañando a quien está sentado esperando o disfrutando un trago. 

Me gusta mucho un comentario que hace el cantante Ismael Serrano en la presentación de su disco Principio de Incertidumbre, que dice; ¨los peores antros a las peores horas están llenos de la mejor gente¨.  Muchos de esos encuentros se inician en la barra de un bar. También añade: ¨quien no se ha enamorado al pie de una barra¨, pero eso lo veremos en otra ocasión. 

Poniendo a correr la imaginación me coloco a mi misma desde el otro lado del bar.  Desde la llegada de la gente, su mirada, lo que dicen sus pasos, si llegó solo o acompañado.   Sospecho que con el tiempo y lo vivido se va creando cierto conocimiento intuitivo inmediato sobre las personas que se acercan a la barra. Se termina siendo un psicólogo o un sacerdote detrás de un confesionario.

 ¿Estará de paso o se sentará en la barra a acompañarme? 

La noche puede ser corta si las compañías agregan valor al momento. Agregue en su imaginación la canción ¨The Piano Man¨, en español o en inglés, como más le guste. 

En países como España, en donde encuentras un bar casi en cada edificio de apartamentos, la barra es el punto central del local y la mayoría pasa por ella al terminar la tarde, para soltar la carga física o emocional de la jornada laboral. No se necesitan penas o preocupaciones más allá de lo que cada uno dejó pendiente y que debe continuar o terminar al otro día, pero hay quienes llevan a cuestas otros dilemas.

Historias de amor y desamor, la sonrisa, la mirada, el gesto en la frente, todas expresiones que pueden decir sin necesidad de las palabras el contexto que nos envuelve.

¿Qué te sirvo? La bebida que se pide al llegar al bar por supuesto que también tiene sus referentes y es parte de las señales.  Algo ligero, rápido, antes de otra bebida más adelante, quizás una cerveza, para ir limpiando el paladar. Este es un visitante de paso, alguien que espera una mesa disponible o quizás otra persona que viene a acompañarle.

Los tragos dulces, licores combinados con alcohol fuerte, divertidos pero peligrosos, reflejan deseos de ser más alegres, más valientes, parte de una búsqueda de la felicidad pero sin tener claro donde encontrarla o qué realmente significa eso. 

Me parece que las personas definidas, determinadas, que se conocen a si mismas, aunque esto no quiere decir que lo tengan todo resuelto, piden un trago sin mezclar, que dependiendo del clima se recomendará la posibilidad de un bloque de hielo.  
Creo que pedirían un whisky solo o a la roca, un trago de ron, quizás una copa de vino, aunque presiento que el vino tiene también un trasfondo especial, un aire de pasión que podría no tener nada que ver con el amor, sino con la persona.  Pidamos al DJ una canción de Sabina, para acompañar este trago.

Hay por ahí todo tipo de información sobre las bebidas y la personalidad de la gente, pero creo que las circunstancias individuales y el momento en que estén viviendo es el que determina el trago que preferiría pedir.  Yo solo estoy asumiendo desde los supuestos y desde mi experiencia personal, la bebida que puede pedir una persona al llegar a un bar, pero lo que realmente me atrae, colocada desde el otro lado de la barra, la posibilidad de dejar correr la imaginación y escuchar las historias que pueden contar cada uno de estos clientes.  

Con color y música de fondo escucharía cada relato y si me lo permite la persona en cuestión, podría agregar alguna palabra que pueda ayudar a cerrar mejor la jornada.  Pasiones, tristezas, festejos, amantes, proyectos, anhelos. Guardaría cada relato contado como si fuera un tesoro, porque corresponde al tesoro de cada corazón.   

Nuestra historia personal siempre nos parece que es mayor, para bien o para mal,  que la de cualquier otra persona.  Es necesario aprender a escuchar para notar que el mundo es pequeñito, el drama lo ponemos nosotros mismos y ciertamente hay casos especiales con una carga de dolor o situaciones muy fuertes, pero quien no conoce también a alguien que ha tenido un problema muy grave y mantiene una sonrisa y unas ganas de vivir como nadie. 

Hay que ponerse en los zapatos del otro, ser empáticos, crear una barra imaginaria, servir un trago y escuchar. Quien sabe, a lo mejor se convierte en mensajero de buenas nuevas, quizás su palabra es lo que la otra persona necesita escuchar para tomar la decisión de su vida y como compensación usted se queda con un nuevo amigo y una historia para recordar.

MUCHAS CABEZAS, MUCHOS MUNDOS

 "Cada uno de nosotros creamos un mundo entero en nuestra cabeza y vivimos en ese mundo".    El Quinto Acuerdo, por Don José Ruiz....