Y recordó su nombre mirando el mar
Click.
Solo sus pies tenían ritmo. Se dejó llevar y comenzó a andar. Tenía que encontrar las olas del mar y respirar la profundidad.
Sentía el caliente en las pisadas, el sudor empezó a bajar por su frente, hasta que su cuerpo notó la diferencia en la humedad, y así fue como supo que debía estar cerca del mar. Cerró sus ojos para alargar la mirada y pudo ver que al final de la calle se extendía el azul profundo detrás de unas palmeras. Aceleró su paso y no escuchó las bocinas que le advertían sobre el riesgo de cruzar la avenida sin mirar, hasta que finalmente lo alcanzó, inmenso y azul.
Soltó su prisa y en medio de la hipnosis de la suave ola, se sentó en un banco del malecón. No tenía nada que decir, no cruzaba nada por su mente, no habían palabras en su cabeza, ni para una oración, ni para una conversación, ni siquiera para crear imágenes que la pudieran llevar a una meditación. Solo reconocía el ritmo de las olas que no chocaban con la orilla, el brillo del sol en el horizonte, el viento que se filtraba en sus cabellos.
Así estuvo durante un rato, sin sentir más nada que el viento, sin escuchar otra cosa que el vaivén de las olas, sin ver nada más que el brillo del sol en el horizonte y sobre el mar.
Y un suspiro profundo emergió de sus pulmones, una chispa que la retornaba al entorno en que se encontraba. En un extremo vio una pareja que se abrazaba y se reía. Al otro lado unos vendedores de dulces conversaban con el seguridad del parqueo.
Ella bailaba y reía. Tenía la música y el mar. Encontró en la risa de los visitantes la emoción que había perdido, escuchó las palabras del viento y estas le hablaban de sensaciones, de pausas y de prisas, de la humedad de la arena en los pies, de horizontes con colores diferentes, del sabor mar que endulzaba sus labios.
Encontró en las palabras que parecen sin sentido el verdadero sentido de las ideas. Se dejó abrazar cálidamente por la sorpresa, la ingenuidad, la esperanza, la sonrisa, el futuro en el siguiente instante y despertó con nuevos ojos.Despertó y se encontró consigo misma, y recordó su nombre: MUSA.
Así de Simple, Morfeo provocó adrede, talvez, un espacio para la inspiración y hasta yo un simple mortal por un instante sentí la suavidad de la brisa salina golpear mi rostro.
ResponderBorrar¡Waoooo! Al leerte me acaba de llegar un cuento de Antonio Zaglul, uno de sus queridos orates que siempre soñaba con el mar, que le sonreía con sus dientes plata.
ResponderBorrarLa magnificencia de un instante, preludio de la brisa Marina que nos llega al alma, detalles de un recorrido minucioso y descriptivo...si lugar a dudas *un estremecimiento nuevo*. ¡Excelente! Como todo lo que se desprende de tú mágica pluma.👏👏👏
Magistral manera de expresarlo. La inspiración. Para todo, siempre tan necesaria. El estado de ánimo, que influye de manera directa en nuestras acciones, en el desempeño.
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