del otro lado de la barra

Debo confesar que siempre me gustaron las barras, en bares o en restaurantes, mientras se espera una mesa disponible. Me gusta la informalidad que tiene ese espacio dentro de un bar.  Es un punto de referencia para todo el que llega a un lugar, ya sea para encontrarse con alguien más o simplemente porque quiere observar el ambiente donde ha llegado, para desde allí decidir donde colocarse o si no le gusta el entorno, entonces retirarse.

Pero más allá de su funcionalidad y lo acogedor que puede ser, lo que realmente me resulta atractivo es el otro lado del bar, la posición del bartender, su rol especial, no el de servir las bebidas, sino acompañando a quien está sentado esperando o disfrutando un trago. 

Me gusta mucho un comentario que hace el cantante Ismael Serrano en la presentación de su disco Principio de Incertidumbre, que dice; ¨los peores antros a las peores horas están llenos de la mejor gente¨.  Muchos de esos encuentros se inician en la barra de un bar. También añade: ¨quien no se ha enamorado al pie de una barra¨, pero eso lo veremos en otra ocasión. 

Poniendo a correr la imaginación me coloco a mi misma desde el otro lado del bar.  Desde la llegada de la gente, su mirada, lo que dicen sus pasos, si llegó solo o acompañado.   Sospecho que con el tiempo y lo vivido se va creando cierto conocimiento intuitivo inmediato sobre las personas que se acercan a la barra. Se termina siendo un psicólogo o un sacerdote detrás de un confesionario.

 ¿Estará de paso o se sentará en la barra a acompañarme? 

La noche puede ser corta si las compañías agregan valor al momento. Agregue en su imaginación la canción ¨The Piano Man¨, en español o en inglés, como más le guste. 

En países como España, en donde encuentras un bar casi en cada edificio de apartamentos, la barra es el punto central del local y la mayoría pasa por ella al terminar la tarde, para soltar la carga física o emocional de la jornada laboral. No se necesitan penas o preocupaciones más allá de lo que cada uno dejó pendiente y que debe continuar o terminar al otro día, pero hay quienes llevan a cuestas otros dilemas.

Historias de amor y desamor, la sonrisa, la mirada, el gesto en la frente, todas expresiones que pueden decir sin necesidad de las palabras el contexto que nos envuelve.

¿Qué te sirvo? La bebida que se pide al llegar al bar por supuesto que también tiene sus referentes y es parte de las señales.  Algo ligero, rápido, antes de otra bebida más adelante, quizás una cerveza, para ir limpiando el paladar. Este es un visitante de paso, alguien que espera una mesa disponible o quizás otra persona que viene a acompañarle.

Los tragos dulces, licores combinados con alcohol fuerte, divertidos pero peligrosos, reflejan deseos de ser más alegres, más valientes, parte de una búsqueda de la felicidad pero sin tener claro donde encontrarla o qué realmente significa eso. 

Me parece que las personas definidas, determinadas, que se conocen a si mismas, aunque esto no quiere decir que lo tengan todo resuelto, piden un trago sin mezclar, que dependiendo del clima se recomendará la posibilidad de un bloque de hielo.  
Creo que pedirían un whisky solo o a la roca, un trago de ron, quizás una copa de vino, aunque presiento que el vino tiene también un trasfondo especial, un aire de pasión que podría no tener nada que ver con el amor, sino con la persona.  Pidamos al DJ una canción de Sabina, para acompañar este trago.

Hay por ahí todo tipo de información sobre las bebidas y la personalidad de la gente, pero creo que las circunstancias individuales y el momento en que estén viviendo es el que determina el trago que preferiría pedir.  Yo solo estoy asumiendo desde los supuestos y desde mi experiencia personal, la bebida que puede pedir una persona al llegar a un bar, pero lo que realmente me atrae, colocada desde el otro lado de la barra, la posibilidad de dejar correr la imaginación y escuchar las historias que pueden contar cada uno de estos clientes.  

Con color y música de fondo escucharía cada relato y si me lo permite la persona en cuestión, podría agregar alguna palabra que pueda ayudar a cerrar mejor la jornada.  Pasiones, tristezas, festejos, amantes, proyectos, anhelos. Guardaría cada relato contado como si fuera un tesoro, porque corresponde al tesoro de cada corazón.   

Nuestra historia personal siempre nos parece que es mayor, para bien o para mal,  que la de cualquier otra persona.  Es necesario aprender a escuchar para notar que el mundo es pequeñito, el drama lo ponemos nosotros mismos y ciertamente hay casos especiales con una carga de dolor o situaciones muy fuertes, pero quien no conoce también a alguien que ha tenido un problema muy grave y mantiene una sonrisa y unas ganas de vivir como nadie. 

Hay que ponerse en los zapatos del otro, ser empáticos, crear una barra imaginaria, servir un trago y escuchar. Quien sabe, a lo mejor se convierte en mensajero de buenas nuevas, quizás su palabra es lo que la otra persona necesita escuchar para tomar la decisión de su vida y como compensación usted se queda con un nuevo amigo y una historia para recordar.

Juegos de la infancia

Fui hija única hasta los 8 años, con padres muy protectores que limitaban mi círculo de relaciones a un grupo muy cerrado y específico. Tenía una tía paterna y sus 4 hijos que vivían justo al lado de mi casa cuando era niña. Una hembra, la mayor, y tres varones, yo era contemporánea con los dos menores.  Los vecinos de la derecha, con los que compartía el acceso al patio, eran tres varones de edades no muy distantes. La casa de mis primos también tenía una puerta que daba acceso a nuestro patio.

Ese era el único espacio donde podía moverme tranquilamente, y por supuesto, por mayoría de votos, los juegos para compartir eran los que ellos eligieran jugar. Cuando quería jugar con mis muñecas o a las mariquitas, me tocaba hacerlo sola.  En esa época y a esa edad, desde nuestra perspectiva y conocimiento, no eran situaciones de género, no era machismo, era lo normal. 
Tampoco llegué a conocer o a pensar en algún amigo imaginario: ese concepto y en ese grupo social era desconocido.

En realidad no sentía pesar por el hecho de que mis posibilidades de jugar estaban sujetas a las preferencias de una mayoría del sexo opuesto. Era simplemente la oportunidad de compartir los juegos.

Me tocó aprender a jugar bolas o canicas, como usted prefiera llamarle.  El terreno en el patio era irregular y principalmente de roca grande, pero nos la ingeniábamos para hacer el espacio, incluso ese hoyito pequeño y profundo que se usaba para jugar ¨el taquito¨, pegarle a la bola contra el dorso de la mano del oponente, tratando de que quedara dentro. Un poco doloroso. Un castigo. 

También aprendí y disfruté mucho jugando la plaquita. No recuerdo de quien eran las placas que usábamos, pero estaban dobladas de manera que se pudieran quedar de pie, esperando a ser tumbadas con el siguiente batazo. Era la versión popular e infantil del béisbol sin expectativas de llegar a ser profesionales.

Otro de los juegos era el trúcano. Algunas personas lo llamaban ¨trúcamelo¨.  Es un juego más bien neutral, tanto de niñas como de niños y siempre había alguna técnica nueva para la chapa o piedra que era lanzada a las diferentes posiciones numéricas que correspondía saltar. En algún momento era un bollo de papel grueso húmedo, con lo cual se aseguraba que iba a caer justo en la posición deseada.

En el proceso de escribir estas líneas tuve la oportunidad de escuchar a algunas amistades de diferentes generaciones hablar sobre los juegos que acostumbraban cuando tenían menos edad.  Se mencionaron las bicicletas, el juego de guerra y otros juegos al aire libre, se incluyó el parché, como juego de mesa y por supuesto no se podían quedar las muñecas, a las cuales algunas más curiosas llegaron a hacerles cortes de cabello o pasarles el blower sin saber que el pelo era de plástico.

Y buscando fotos en las redes me sorprendió ver que son los mismos juegos en la mayor parte del mundo. No me extrañaría que en Latinoamérica tuviéramos casi todos los mismos juegos, aunque con diferentes nombres, pero fue una sorpresa ver que era lo mismo también en Alemania.

Entendí que no importaba la generación, unos mayores que otros, sino que más bien se trataba de los grupos sociales y del lugar donde vivían, en pueblos o barrios.  Lo mejor fue saber que todos ellos disfrutaron eso mismo que disfruté yo. 

Siempre se termina haciendo la comparación en relación con lo que han jugado nuestros hijos o lo que actualmente juegan los nietos, para aquellos que los tienen, sin embargo entiendo que ninguno es mejor o más divertido que el otro.  Los niños juegan con aquello a lo que tienen acceso y lo que está en promoción, y en tiempos modernos se ha hecho mucho énfasis al desarrollo tecnológico.  

Desde que pueden sujetar algo entre sus deditos empiezan a sentir el tacto de un aparato y a ver la luz de una pantalla. Aprenden a usar los comandos de voz cuando todavía no saben leer o escribir. 

Los que pueden tener acceso, limitado por su alto costo, logran desarrollar algunas habilidades creativas construyendo formas con piezas lego. 

Nos toca como padres tenerlo en cuenta y hacer el esfuerzo para enseñarles otras formas de jugar y disfrutar, más simples, más sanas.  Compartirles nuestra experiencia.  Quizás otra forma de diversión. 






Mientras estaba en un tapon

Hoy en día y con mucha facilidad nos encontramos en una larga fila de vehículos transitando, tratando de avanzar hacia puntos de encuentro, no importa la hora o el lugar.  Ya no hay horas pico, en cualquier momento las calles están congestionadas y sobre todo si la ruta por la que avanzamos tiene algunas otras calles cerradas por reparación, obligando a cambiar la trayectoria regular.

El número de vehículos circulando en las calles ha aumentado y me parece muy bien que más personas tengan oportunidad de tener un vehículo y no tener que utilizar transporte público o pasar trabajo en las calles. Estoy aprendiendo a fluir con las circunstancias.  

Hay mucho que corregir en cuanto al tránsito y el direccionamiento, las posibles vías de desahogo o las rutas a seguir, pero mientras se resuelve (esperemos que no haya tardanza en ese sentido) procuro agendar cualquier cita media hora más tarde de lo que haría de manera regular y salir hacia esas citas media hora más temprano del tiempo que me tardaría normalmente recorrer esa distancia, aprovechando el camino para escuchar música, podcasts y hasta algunos audiolibros si la distancia y el tiempo son largos.

En estos días específicamente he tenido que cambiar el recorrido debido a algunas calles cerradas por reparación en mi ruta, y de igual modo los demás vehículos que avanzamos en el mismo camino, con lo cual aumenta el tránsito.

Me decidí a mirar hacia los lados, cosa que pocas veces hacemos mientras vamos conduciendo, encontrando detalles que con frecuencia dejo pasar por alto.

Fue una sorpresa para mi ver el cuadro para la adoración a la Virgen de la Altagracia que está ubicado al lado derecho de la entrada de la Catedral. Le he tomado fotos desde el vehículo pero tiene un cristal y eso no permite una visión más definida. Lo llamativo del cuadro, del cual aún no sé el nombre del autor o autora (y me gustaría saberlo), es que tiene la misma imagen de la virgen pero con detalles modernos, digamos que actualizado y caribeño: los personajes en el cuadro tienen la piel más bronceada y el niño Jesús no tiene una manta que lo envuelve, sino que está cubierto con un mameluco. Invito a que lo vean y los que hacen el recorrido a pie o conocen la obra, por favor me comentan del autor o autora.

Otro lugar que he descubierto en la zona colonial es el Museo José Cestero, en la Arzobispo Portes 128, a mano izquierda, pero no visible al borde de la acera, sino un poco más adentrado.  José Cestero es llamado ¨El Artista emblemático de la Ciudad Colonial¨, reconocido y con una larga trayectoria.  La referencia me sirvió para entrar a google a buscar referencias sobre el museo y encontrar virtualmente los detalles del mismo, los cuales comparto en el siguiente enlace: 
 https://www.museojosecestero.com/
¿De casualidad conocen a la señora Vera? 
Ya la mencioné anteriormente en uno de mis artículos en donde describía cómo hice una canción para aprender e identificar mi ruta hacia el trabajo y cómo la descubrí.  Está en el segundo nivel de una casa que está ubicada en la calle Padre Billini entre Hostos y Meriño, frente al parque Fray Bartolomé de Las Casas.  
Para mi es la señora Cala, de apellido Vera y me luce que se trata de una modelo de la celebración mexicana del día de los Muertos: si, es una Calavera con un vestido morado, con sombrero y adornos muy alegóricos a la fiesta de los Muertos. 

Y ya que mencionamos segundos niveles, por ahí vi crecer un árbol en un segundo nivel y me preguntaba cómo había sucedido.  Con frecuencia se ve en algunos edificios de la zona colonial, y haciendo suposiciones puedo decir que esas edificaciones coloniales de piedra y barro albergan la posibilidad de crear vida allí donde puede llegar una semilla y un poquito de agua.

Con los tapones he encontrado la oportunidad de descubrir algunas curiosidades, para mi interesantes, divertidas, gratificantes, que también quiero compartir.  
Continuaré tomando fotos y compartiendo lo descubierto. 




Lo que quiero hoy


Hoy no quiero extrañar lo que no tengo.


Hoy no quiero pensar si el clima está caliente en esta isla tropical, si esperamos pronóstico de lluvia o si la sequía está arreciando.


No quiero desear un té caliente mientras me recuesto frente a una ventana, cubierta con frazadas que acarician mi piel.


Hoy disfruto el ruido de las olas chocando en las rocas de la orilla, con los ojos cerrados para ignorar el sargazo que enturbia el mar.


Hoy volteo la cabeza y dejo que la brisa se mezcle con mi pelo y me traiga el aroma de la sal que se confunde con la fragancia de raíces y flores en mi cuerpo.


Abro los ojos y miro hacia arriba entre las hojas del árbol de uvas de playa, ese tibio rayito de sol que ilumina mi rostro.


Hoy el deseo no es viento frío, camas acolchadas y bebida caliente. 


Hoy el deseo no es aire acondicionado y ropa con mangas.


Hoy el deseo es esta brisa, el ruido de las olas, el sabor salado en mis labios y el azul del mar.

MOMENTOS HISTORICOS

 "Los días históricos se ven normales cuando los vives desde dentro"    Albus Dumbledore. Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlo...