Petición a una estrella fugaz
La Fecha de Hoy
Estudié en un colegio salesiano de niñas.
Recuerdo siendo pequeña, entre 4to y 6to de primaria, que al inicio de cada clase y en el momento de abrir los cuadernos lo primero que hacíamos era escribir la fecha. Primera línea en la parte superior de la derecha.Con frecuencia me imaginaba un número de año muy lejano y me preguntaba ¿Qué podría estar haciendo yo en ese futuro?
Confieso que nunca llegué a imaginar una fecha tan lejana como el 2021. Tampoco recuerdo que a mi mente llegaran imágenes de ese futuro ni sueños de lo que desearía hacer o tener. Creo que lo importante en ese momento era poder terminar el año escolar de manera excelente.
Y desde aquí, con la experiencia de haber cruzado el portal del año 2020 sin brindis de medianoche ni fiesta de fin de año, con tantas lecciones y retos, puedo entender porqué en ese momento no tuve la imaginación de soñar un futuro, de vestirme de anhelos o con sueños de grandeza: estaba siendo entrenada para vivir el día a día, para asumir lo que había y salir adelante con eso.
Lo único seguro era el compromiso de vida, llegar al colegio, tomar clases, aprender, salir del colegio y seguir estudiando desde la casa. Otras actividades podrían agregarse, otras situaciones podrían surgir, pero eso era invariable.
No era algo bueno. Tampoco era algo malo. Simplemente aprendí al revés, a no soñar siendo niña y de adulta me tocó aprender a desarrollar y disfrutar la creatividad y la imaginación.
Tenía claro que seguiría estudiando, que completaría la universidad y tendría una profesión, sin carrera definida en ese momento, pero profesional. Más adelante y después de algunas pruebas de actitud y evaluaciones surgió la posibilidad de la arquitectura, me salía bien la combinación entre cálculos y dibujo, excepto que una carrera como esa tenía un presupuesto que superaba las posibilidades de ese momento.
Seguían pasando los años y seguía escribiendo la fecha en la parte superior de cada cuaderno que utilizaba. No fue arquitectura, terminó siendo una ingeniería. Y otras especialidades.
También seguía preguntándome qué estaría pasando cinco, diez o quince años más tarde. Ya a esa altura de mi vida en alguna ocasión llegué a proyectar algún suceso importante.
Los acontecimientos más recientes nos enseñaron a prepararnos para el día siguiente, quizás la próxima semana y de paso a hacer alguna provisión que pueda cubrir algunos meses. No más lejos de eso. Pero sobre todo a vivir cada día, a amar cada día, a descubrir lo mejor de lo que ya tenemos y sorprendernos con cada cosa.
14 de Febrero del 2022.
Lo tenía en La Punta de la Lengua
Lunes Pal´ Que Puede...
No es nuevo aquello de LUNES PARA EL QUE PUEDE, pero hoy lo escuché y como si fuera coincidencia, que nunca lo es, en ese instante abrí las redes y lo primero que vi fue lo mismo, aunque en otra versión, MARTES PARA EL QUE PUEDE, y de inmediato me tocaron los recuerdos, porque es una expresión que he disfrutado mucho.
Recuerdo cuando era niña que los lunes era el día libre de aquellos que tenían el oficio de arreglar zapatos; y entonces salían a celebrar y tomarse sus tragos y todo el que quería disfrutar del lunes usaba la excusa del zapatero. Ahora no se busca tener una excusa, se celebran los lunes tan solo porque sí, para romper con el estigma, con el inicio de semana, la carga de alguna resaca y la organización del trabajo, en fin, toda la proyección de la semana.
Lunes pal´ que puede... y bajo esa premisa inventamos algunos viajes y paseos, algunos festejos sin cumpleañeros.
Buscando la manera de reiniciar el sistema emocional, de renovar la vida y sentir un impulso, creamos nuestro propio mapa mágico, como el de Harry Potter, que solo se revela con las palabras especiales, ¨ comienza la travesura ¨. Y comenzamos la aventura.
Porque definitivamente era una travesura, en horario de trabajo algunas, otras con compromisos postergados, y simplemente todas escapadas, añadiendo más emoción al paseo. Este viaje lo comenzamos tomando la carretera hacia el Cibao, muy temprano en la mañana, con la intención de detenernos a desayunar en el comedor de La Morena ubicado donde termina Villa Altagracia y comienza Bonao. Nos sirvieron mangú de plátanos, con queso, con huevos, con arenque. También algún cocido para la que prefirió un caldo, y por supuesto no podía faltar el café, llevarnos algunas botellas de agua y seguir la ruta. Ese desayuno fue la ¨ zapata estomacal ¨ que nos permitió hacer un brindis, para bendecir el camino, la amistad y la vida.
Y realmente estuvo excepcional, despejado y soleado, campos verdes, clima agradable. No podía cruzar por Bonao sin compartir un sendero que me había conquistado, la ruta hacia la Loma de Blanco. En el trayecto, cruzando por Juma, también se cruzaron con nosotras algunos animales exóticos para esta isla del Caribe, que por allí se han instalado, búfalos y avestruces.
Y al llegar al final del camino en esa comunidad nos esperaba el fluir del rio de Los Quemados, para girar a la izquierda, cruzar La Confluencia y seguir subiendo la loma, espectacular, y encontrar en el camino algunas cascadas y ver a lo lejos otras, y entre montaña y montaña disfrutar el paisaje.
Saliendo de Bonao la ruta nos conducía hacia Moca, contemplamos la hermosa catedral que por el frente cruzamos para seguir hacia Jamao. En el camino antes de llegar a aquel alto, ella seguía instiendo en que quería detenerse para cortar y llevarse algunas ¨ hojonas ¨, así le llamaba. Ni idea de a qué se refería, hasta que señaló hacia las abundantes plantas de orejas de elefantes que habían en toda la ruta. Un nuevo aporte al diccionario de la RAE, las hojonas. Seguimos subiendo y llegamos a un restaurante en lo alto donde se rememoraron algunas historias también traviesas de amores y tragos.
No recuerdo dónde nos paramos a comer, quizás más tarde llegue a mi memoria la escena, pero nos detuvimos donde quiera que nos dio la gana de pararnos en el camino.
Con mucha emoción y respeto, entramos a conocer a la Virgen de La Piedra, en la comunidad de La Entrada, en Cabrera. Y saliendo de ahí, doblando a la izquiera por un camino imperceptible, nos encontramos con un paraíso oculto de esos que abundan en nuestra preciosa isla, playa Caletón. Aquí fue donde comimos, ahora lo recuerdo, un pescado frito con tostones en la playa. Una maravilla secreta.Todo el camino contamos historias, brindamos por los afectos, hicimos chistes y reímos sin parar, como siempre que estamos juntas. También hubo fotos, de paisajes, del grupo, pero esas son los recuerdos que atesoramos.
Continuamos la ruta, atravesamos Nagua y quisimos llegar hasta Samaná, pero el día no es tan largo y había que regresar. Hicimos el desvío para tomar la carretera hacia la ciudad por el extremo opuesto por donde iniciamos el trayecto.
Habría muchos detalles del camino que no he mencionado. Cada detalle seguro que irá acompañado de un gesto, una historia, una risa. Faltan muchas líneas para poder expresarlo y además falta un encuentro con ellas para ir recordándolos, pero eso también es motivo para reunirnos, y quien sabe, quizás para otro viaje un lunes, para el que puede.
Fin de la travesura.
El Camino Especial
He aprendido que cuando recibes algo bueno hay que ser agradecido. Hoy quiero ser agradecida. Quiero dar testimonio de una agradable sensación que puedo evocar en cualquier momento con solo cerrar los ojos y dejar volar la imaginación.
Quiero hablar del camino que recorremos de manera regular, hacia el trabajo, o quizás la ruta hacia los colegios, en tiempos de otros hábitos que la pandemia nos ha hecho cambiar.
En mi trayectoria laboral he tenido la suerte de haber sido trasladada a la zona colonial. En principio me ofuscaba la idea sobre la dificultad del parqueo en la zona y la forma en que eso afectaría la rutina que debía seguir. Sin embargo, con el paso de los días y habiendo hecho el reconocimiento de las posibilidades de parqueo, se fue atenuando esa bruma y me permitió detener mis pensamientos y mi mirada en el camino.
Realmente transitar por la zona colonial en términos diferentes al paseo turístico ofrece una visión diferente. Y muchos secretos a toda luz.
Sigues el camino y hay edificios, ventanas, otro parque, y no se puede pasar por alto la figura que desde temprano en la mañana se ubica en la esquina de la Isabel La Católica con Billini. Ha echado canas y arrugas pero nunca cambia su estilo, combinado desde los pies a la cabeza de cualquier color llamativo que se pueda imaginar, verde, naranja, rosado o morado. Literalmente, desde los pies con los zapatos, hasta la cabeza con el sombrero. Siempre usa sombrero y además gesticula con los dedos para ofrecer facilidades para cambiar dólares. Si va despacio y baja el vidrio podrá escuchar cómo lo repite: dólare, dólare, dólare.
Doblando a la izquierda en esa esquina hay un edificio que siempre me llena de curiosidad. A veces he pensado que el algún momento debería entrar y buscar información, como cualquier persona curiosa, pero me queda claro que esas instituciones no permiten muchos vínculos con el género femenino. Los masones son muy celosos con sus reglamentos y el local de la orden Escocesa de los masones del Supremo Consejo Grado 33 representa niveles superiores. Algo sobre ellos he leído y he visto por ahí.
Todavía me queda mucho camino por recorrer de ida y también de vuelta, y mucho detalle especial para mostrar. Pienso que podría escribir varias entregas más compartiendo las cosas que fui descubriendo en un recorrido cotidiano que se convirtió en un paseo diario especial. Y sospecho que eso es lo que pasará, seguiré compartiendo historias del camino, el paseo que no está en el folleto turístico sobre la zona colonial.
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