Reflexiones en un ¨fregao¨

Ya hace un año que empezamos a probar, por circunstancias inesperadas, nuevas formas de vida, hábitos, ritmos, actividades.   Durante los 45 días del primer toque de queda se desarrolló en las redes un desafío no esquematizado sobre cuál es la mejor técnica para fregar, a quién le toca hacerlo o en qué casa se realiza más veces.

De repente un oficio poco apreciado, que continúa siendo poco apreciado, porque eso no va a cambiar, aumentó de valor por la experiencia que se fue desarrollando además de su uso más generalizado a todos los miembros del hogar.  Pero no me voy a detener en las técnicas del oficio, en los utensilios para hacerlo más manejable o en las millas acumuladas.

Quiero analizar de manera específica todo lo que puede pasar por la cabeza mientras se está fregando.  Porque es un tiempo utilizado en actividades que en realidad no son tan mecánicas pero que invitan a la introspección.

Es algo que me queda claro desde mucho antes de los períodos de confinamiento, pero que ahora se enfatiza y parece que puede ser generalizado y no quiero pasar la oportunidad de comentarlo.

A mi por ejemplo, me sucede que mientras estoy fregando empiezo a recordar a todas las personas que tengo pendiente de llamar o escribir por chat.  Las llamadas pendientes me llevan a desarrollar en mi cabeza, todas las conversaciones que debo escribir pero de inmediato asumo respuestas hipotéticas y de paso respondo a esas respuestas que no he recibido.

A veces termino en discusiones que no han sucedido, toda una pérdida de energía que ya he ido aprendiendo a manejar, a evitar y a canalizar en otros pensamientos, antes de que esa conversación pendiente se convierta en una discusión de la que el otro interlocutor no tenga la más mínima idea.

También se realiza la programación de la próxima comida del día.  Lavando calderos empezamos a planificar que la cena será pan con jugo, porque ¨ no es verdad que nos vamos a pasar todo el día con el brillo de fregar en la mano ¨.

Ni que decir sobre el trabajo.  Cuando la labor profesional que realizas está vinculada al desarrollo de informes, estrategias, documentos, el mejor momento para poner esos temas en la agenda es cuando empiezas a lavar los vasos y las tazas.  De la misma forma se comienzan a organizar las ideas. En contraposición también es posible que empiecen a enredarse.

Producto del agua corriendo  al enjuagar los platos, puede surgir una reflexión interesante en relación a alguna capacitación o el análisis de algunos documentos o lecturas recientes.  Se empiezan a repasar aquellas lecciones que pudieron impactar en nuestras mentes o esos temas que en aquel momento no nos quedaron claros.  Es posible que si aún le queda grasa en el plato y usted vuelve a enjabonar la esponja para intentarlo de nuevo, pueda encenderse un bombillo en su cabeza y traer luz a los pensamientos, encontrando la solución que no había visto anteriormente.

Como  mencioné, estas reflexiones en momentos de ¨fregao ¨ no son nuevas para mí y en alguna ocasión se convirtieron en un crítico y juez feroz, hasta que decidí que no permitiría que este pensamiento crítico y enjuiciador me pudiera lastimar emocionalmente.  Comencé con la oración hasta que fui consciente del dominio de esos momentos de reflexión y empecé a orientar las ideas hacia algo más productivo para mi interior y para mis acciones.

Deben haber muchos otros temas traídos a estudio mientras se están fregando, sobre todo durante el último año en que se convirtió en uso y tema de  muchas personas, más de las que habitualmente realizaban este oficio.  ¿Cuales han sido tus reflexiones?




Elijo quedarme con los recuerdos dulces

Hoy llegó a mi, como tantos otros, un texto identificado como de autor desconocido, publicado en uno de los grupos a los que estoy suscrita en una de las redes sociales.

Y este me gustó de manera especial, respondí y compartí; pero el tema no se quedó ahí y además me puso a reflexionar un poquito más de manera especial en el siguiente párrafo: 

¨Dentro de cada surco en mi cara, en mi cuerpo, se esconde mi historia,  las emociones que he vivido, mi belleza más íntima, y si cancelo esto, me borraría a mí misma¨.

De inmediato empezaron a agolparse en mi mente tantos recuerdos, memorias de lugares, de eventos, de encuentros.  Me quedo con aquellos que me llenan de una emoción nostálgica, un deseo de repetirlos.  Naturalmente estos están vinculados a los lugares visitados, los paseos realizados, ya sea sola o acompañada.

Llevo conmigo la idea de que los lugares que visitas no deben estar atados a las personas que te acompañaron, esos son momentos distintos.  La visita a un lugar, un viaje, un paseo, tiene dos experiencias que uno debe saborear y disfrutar tratando de separarlas una de otra.  

Lo que quiero decir es que si estás en un lugar que querías conocer y disfrutar, debe quedar en tus emociones lo visto en en ese lugar, los aromas, los colores, la gente del lugar.  Si acaso ese paseo fue con personas queridas, como sucede frecuentemente, pues esa es otra experiencia que puede ser vinculada pero no atada al lugar, sino al momento que disfrutaste con esas personas, lo que compartieron, la sensación de alegría colectiva. 

Y pienso así porque si esa misma compañía la sacas de ese lugar y la pones en otro, la sensación, el disfrute, está dado por la compañía, sin embargo, el contexto es una experiencia complementaria.

Por supuesto también hay sensaciones que no son muy agradables y están vinculadas a viajes.  Hoy puedo recordar, al escribir estas líneas, la arruguita que sentí en el pecho cuando estuve en la Zona Cero, donde estuvieron las torres gemelas, años después del ataque del 11 de septiembre.  Si al viajar te pasa como a mi, que hago inmersión total en los lugares que visito cuando estoy de paseo, esa es una energía que no se puede evitar. Sentí el dolor, sentí la impotencia, el miedo, aún tiempo después.  Por supuesto no en las proporciones de lo que sucedió o de quien estuvo cerca y lo vivió, pero después de haber visto noticias, documentales, fotos, etc., uno retiene en la memoria el lugar, las gentes, las expresiones de sus rostros, sus palabras.

Esa es una arruga en el alma, no es visible como las que me llevaron a escribir hoy, pero también son parte de mi historia, así como la arruga en los labios por la risa durante el viaje a la playa para celebrar un cumpleaños con un grupo de amigas amadas.  Me parece que fue el último viaje en grupo sin distanciamiento social ni toque de queda que tuve.  Y con esa emoción me quiero quedar, no con la incomodidad de que no hemos podido repetir la experiencia, pero si con la satisfacción de que lo hicimos, lo disfrutamos, lo recordamos.

Yo elijo quedarme con los recuerdos dulces de los lugares que he podido conocer, más no así con la carga de querer volver.  Si puedo repetir algunos pues estaré feliz de revivir la experiencia y sumarle otra mirada, si no puedo volver, por la razón que sea, pues me quedo con lo visto, lo vivido y lo saboreado.

No importa si se me ocurre hacer cambios para suavizar algunas arrugas, pliegues o rellenos. Cada uno tiene una historia que ha quedado grabada en mi memoria, en mis emociones, en lo que hoy soy como persona y que procuraré compartir, porque ese es el propósito, compartir lo vivido.




Me resisto a ceder

Hoy es uno de esos días.

Me resisto. Claro que me resisto.

Pero no me resisto a hacer lo que quiero hacer, me resisto a dejarme llevar por el vacío y no hacer nada.

https://tecnopol.es/actualidad/resiliencia-y-construccion-del-manana
Muchas cosas han cambiado, sobre todo después de este último año, de las vueltas que dio el mundo y la forma en que nos hizo saltar, a todos los habitantes del planeta.   Quizás unos saltaron más que otros, los niveles generacionales también hicieron la diferencia y encontramos por ahí personas que estuvieron en otros períodos con otras situaciones parecidas a la actual, lo que les otorgaba una experiencia mayor en escenarios de crisis.

La cuestión es que nos vimos de frente con un esquema de vida que no sospechábamos que podríamos tener.  Solo por esa situación y aunque muchos no lo vean o lo quieran admitir, hemos acogido cambios en la forma en que miramos la vida, en que tomamos decisiones o nos desenvolvemos.

Admitimos la incorporación de otras opciones cotidianas que el ritmo de vida que anteriormente llevábamos no nos permitía desarrollar.  Se profesionalizó el oficio de fregar, junto con la posibilidad de aprender a cocinar y de llevar la comida más allá de lo simple.


La cultura del uso de las tecnologías, ya sea por entretenimiento, por ocupación, por desarrollo de trabajo, por necesidad educativa, como tranquilizante de niños y de muy mayores también, se convirtió en algo común, aceptable y hasta divertido.  No he buscado esas estadísticas para ofrecer datos precisos, pero el uso de las redes aumentó de maneras exponenciales y sospecho que, a consecuencia o como causa, la apertura de cuentas sociales.  Me imagino la cantidad de cuentas de instagram que tienen 23 seguidores, 310 seguidos y 3 publicaciones. 

Y no solo para mirar las cosas lindas que publica la gente, también están las noticias, los comentarios de las noticias, hacer compras, ver cómo la gente se diversifica y desarrolla emprendimientos, liberando la creatividad.

Nada queda lejos porque cualquier cosa se puede pedir delivery. Todo llega, a todos los niveles sociales y en cualquier parte del país, basta con que fuese publicado en las redes.

Hemos aprendido muchas cosas, definitivamente, y hemos incorporando cambios en nuestro sistema, en nuestra visión de la vida.  Nos hemos hecho más resilientes.  La resiliencia nos otorga una nueva facultad, la capacidad de mirar el suelo, tomar impulso y levantarnos, poco a poco o rápidamente, pero poner una mano y luego la otra y levantarnos y sentarnos a pensar en una nueva estrategia, porque la anterior no funcionó y hay que seguir adelante.

Ese espíritu es el que no me permite rendirme, que me lleva a resistirme y no ceder.

Hoy era uno de esos días en que no tenía idea clara de las palabras que podía compartir por aquí, que nuevamente la musa no está ni remotamente cerca, pero aún así me resisto, y no quiero dejar de escribir.


Cómo se siente un bolero

¿Cómo se escribe un bolero? 
¿Cómo se canta un bolero?
Amando, sintiendo, soñando. 

Deseando pasión. 
Deseando el deseo.

Acariciando pieles,
dedos que dibujan labios,
humedad que emana del cuerpo,
fuego en la piel, aroma de sexo.


Sigo vibrando en San Valentín, febrero y el mes del amor. Sigo pensando en las canciones, en este instante en aquellas que nos conectan de manera directa con el amor. Hablemos de boleros.  

Y quiero hacer referencia especial a ciertos boleros que solo escucharlos uno siente que le vibra la piel y llenan de emoción, pero antes debo confesar, poniendo la mano sobre el corazón, que soy una apasionada del bolero y que mi primer amor ¨ bolerístico ¨ , el cual conocí a través de doña Gloria (mi madre), fue el  puertorriqueño Tito Rodríguez y a partir de él empecé a amar a otros más.

También hay que adelantar que hay canciones que interpretadas por otros diferentes a sus autores o cantores originales, han calado aún más en el público.  Puedo mencionar, entrando en bolero y en cantantes, que no puedo decidir cual interpretación me gusta más de la canción Un Cigarrillo, La Lluvia y Tu, entre Alberto Cortés, autor original, Tito Rodríguez (ya saben, mi favorito #1) y el negrito de Villa, Sergio Vargas.  De veras que no puedo decidir.

Y no puedo dejar de recordar, ya que mencioné su nombre, la canción de José Antonio Rodríguez que interpreta Sergio, ¨ Como un bolero ¨.  ¡¡¡Estremecedora y provocadora!!

Hay mucho escrito sobre el bolero, su historia, inicios, desarrollo, representantes.  Desde Cuba llegando a la península de Yucatán y recorriendo latinoamérica, tenemos voces excepcionales, letras sin comparación y arreglos musicales que son una joya, aún sin letra ni voz.  Sería llover sobre mojado hablar al respecto y lo que en realidad quiero es compartir mis emociones.

Ya que mencionamos la lluvia, no puede quedarse atrás sin hablar de Armando Manzanero con Esta Tarde Vi Llover y tal y como al principio decía, algunas de sus canciones han sido destacadas con las interpretaciones en la voz de Luis Miguel.  La que siempre me llega de inmediato a la mente es Por Debajo de la Mesa.  Discos y discos llenos de bolero, envueltos en pasión.

Recuerdo que en una presentación de Armando Manzanero, éste comenzó a cantar una de sus propias canciones que además ha sido interpretada por Luis Miguel, y una jovencita a mi lado hizo el siguiente comentario: ¨ Que lindo, la misma canción de Luis Miguel ¨.  En principio me respingué en el asiento, luego mi cara cambió su expresión. A continuación me dio risa. Todo en fracciones de segundos y de manera discreta.  Luego pensé que, después de todo, el hecho de que Luis Miguel interpretara las canciones del maestro hizo que una generación conociera y disfrutara el bolero y quizás más adelante reconocieran ese gigante de la canción.

¿Mencioné a Tito Rodríguez? Debo volver a él, sus canciones ponen a cualquiera a temblarHace unos años recibí de regalo un Ipod y me emocioné como niña en víspera de navidad. (debo comentarle y agradecerle a la persona que me hizo el regalo).  Todavía lo tengo. La primera carpeta que coloqué fue BOLEROS.  La primera lista de reproducción que hice fue de canciones de Tito Rodríguez, alrededor de 90 canciones.  

En sentido general y relacionado con la música, soy ecléctica, pero hay ciertas canciones que son especiales y que me queda claro son de gustos muy peculiares, esas las puse en la siguiente lista de canciones, la cual llamé CANCIONES ÍNTIMAS. Después conversaremos sobre esa.

Y pues, sírvase un trago de la bebida espirituosa de su preferencia, un bolerito y brindemos por las celebraciones del amor.

¡¡Salud¡¡






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