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RECORDANDO LA NIÑEZ

Se acerca la celebración del día de las madres en República Dominicana. 
Para muchos ¨el acontecimiento¨ del año.
Pensé que ese podría ser un tema para comentar y compartir pero como boomerang de agua fría retornó el convencimiento de que cualquier cosa que pueda decir o sugerir sería un cliché, manoseado y  desgastado, sin embargo, por encima de esa idea también sentí que podía encontrar algo diferente para decir que sirviera de motivación, aunque en su momento yo misma no lo supe definir.
     ¿Qué mejor manera de aclarar las ideas que haciendo el ejercicio?
Me quedé pensando si era algo que me gustaría decirle a mi mamá, o si por casualidad era contar alguna anécdota sobre ella.  Todas las ideas que me cruzaron por la mente tenían la imagen de un anuncio comercial, que es precisamente el debate manido para todas las celebraciones populares establecidas anualmente en el calendario: que son un recurso comercial para que la gente gaste en regalos y atenciones.

Y ciertamente es evidente que el concepto ha sido aprovechado por los comercios para promover el consumo utilizándolo como excusa, pero la respuesta es más gastada aún, de que el motivo debe celebrarse todos los días. Sin embargo a diario nos olvidamos de demostrar los afectos, de tener detalles y prestar atenciones, con lo cual me parece bien que se instituya un día y que la mayoría aproveche la oportunidad para recordarlo y expresarse.

Entonces sería bueno también recordar cosas vinculadas con este día. Quizás contar anécdotas de cuando se tenían pocos años.
Llegaron los primeros recuerdos a mi mente, historias de muy temprana edad.  Yo era consciente, no solo porque lo sentía en la piel, sino también porque veía la frustración y la carga que expresaba mi madre, el arduo trabajo que significaba lavarme el pelo cada semana.  Tenía mucho cabello y muy largo y además era muy dramática (y sigo siéndolo) y me dolían mucho los jalones que había que darme.  La cuestión con este momento era todo el escenario envuelto: cada sábado después de arreglar la casa, mi madre me sentaba en una sillita en el patio, cerca de la manguera, me dividía en dos largas colas el pelo y empezaba la faena, con pausas para ir a mover los calderos de la comida.  Era toda una aventura, porque implicaba pasarme la mañana echándome agua como si de un día de piscina se tratara.  La peor parte era desenredar todos esos ¨moños¨, que aunque en ese momento eran más manejables no dejaba de ser complicado.

Y si la labor regular de mantener el pelo limpio era toda una aventura, ¡ya se imaginarán lo que significa retornar de la playa un domingo en la noche y resolver ese asunto para estar impecable el lunes en la mañana! 

Recordar es disfrutar muchas veces los momentos vividos, sobre todo si están cargados de humor.  Ese recuerdo fue la chispa para traer al escenario otros que se van perdiendo, como el hecho mismo de que cuando aún no había posibilidad de estar en una escuela formal debido a la temprana edad, sobre todo para una muchachita demasiado despierta e inquieta, hubo que inscribirme en una pequeña escuelita que quedaba justo al lado de un negocio de carbón y que tal y como puede resultar evidente, conversadora al fin, mis clases terminaban sentada en mi sillita (la que cada día llevaba a la escuelita) al lado de los depósitos de carbón, conversando con las personas encargadas y cambiando la tonalidad de mi blanca ropa por otra un poco más saturada de negro.   Ahora nos causa risa pero en su momento era motivo de dolores de cabeza.
Si estaba convencida de que debo expresar todo mi amor y agradecimiento cada día a mi madre, al recordar esta travesura valido que no ha sido suficiente y que la carga conmigo no era tan liviana como yo pensaba: debo ocuparme de agradarla un poquito más porque evidentemente me he quedado corta. 
Hay que sumar otras flores al próximo regalo, no importa que parezca comercial. 


Otra cosa de la que me convencí es de que momentos compartidos recordando eventos como éste traerá risas y renovará en ella las emociones vividas con su niña que ya no es tan  niña.


ENTRANDO EN EL PERSONAJE


No soy fanática de muchas cosas: me gusta un café, una lectura, compartir esa lectura y echar ¨un conversao¨ sobre ella.  Me gustan las películas o las series pero no cultivo ningún fanatismo, puedo dejar de ver cualquiera en el momento en que sea necesario, aunque me sienta muy atraída o conectada.

Ya sea que la elección del momento sea tomar un libro, ver una película, comenzar una serie, hay que considerar varios factores: la recomendación y aquello que nos hace cosquillas en el corazón, por supuesto entre aquello a lo que tenemos acceso.

Tengo una forma peculiar de ver las películas: reconozco la trama, la actuación, el ritmo, todo aquello que usualmente tomamos en cuenta. Pero más allá de eso, o de las partes negativas que podamos encontrar, me gusta sacarle provecho a ciertos elementos que en ocasiones no son tomados en cuenta: la forma en que algunas situaciones son manejadas, los escenarios con mucha creatividad y cómo de alguna manera, en algún momento, esa escenografía puede estar basada en aspectos científicos, históricos, bibliográficos.

Puedo decir que igual me pasa con los libros que voy leyendo. No importa si la trama es juvenil, de mucha ficción, dramática o histórica, a veces hay partes en las que nos cansamos o que nos restan interés y  sin embargo mi visión sobre ese libro no se limita a ese momento en que dejamos de prestar atención, siempre puedo encontrar algunas otras cosas que, aunque vistas por separado, siempre me resultan atractivas o dejan una huella en mi.

Y siempre hay una huella, hay un personaje que nos resulta cómodo, una escena que nos parece familiar o nos hace sentir acogidos.  

Conversaba con unos amigos sobre la forma en que estos detalles influyen en nosotros y nos hacen acercarnos a ese personaje que nos gustó.  Empezaron a surgir las incidencias y las coincidencias.  

Escuché la explicación sobre la forma en que en su momento influyó en mucha gente las series sobre los capos y los carteles de la droga y aunque ni remotamente serían capaces de hacer algo así, en alguna ocasión sintieron que hubo algunos aspectos que les gustaron de los personajes, reacciones, escenas, diversas tramas.



Una de mis amigas se sintió muy atraída por el estilo ¨empoderado¨ que tenía la protagonista de la serie Scandal y todos nos entusiasmamos, sin importar el género, con las ocurrencias y peculiaridades de Raymond Reddington de Blacklist. En algún momento muchos quisimos ser alguno de los vampiros de la saga de Crepúsculo o tener una varita mágica y hacer conjuros al estilo de Hogwarts y Harry Potter.


Sobre Reddington nos encanta su estilo elegante pero cercano, podría decirse que hasta humilde. Se nos presenta un personaje con un estilo definido, lleno de conocimientos y  cultura,  que no hace ninguna transición entre resaltar un pastel de frutas cosechadas en una huerta trasera, elaborada de manera sencilla en la cocina de un comedor ubicado en un suburbio para luego mencionar o saborear el exquisito ingrediente de las semillas de una planta exótica utilizada para adobar un pescado peculiar que solo se encuentra en una región de Islandia y que lo preparara únicamente el chef ejecutivo del hotel de 5 estrellas que está cerca de los Campos Elíseos en París. Normal.

Y nos enamoran esos detalles. Y hasta lecciones aprendemos, como por ejemplo cuando pasó de poseer fortuna a no tener absolutamente nada.  Y seguir con el mismo estilo y glamour. Y salir a hacer el trabajo que fuese necesario para conseguir el dinero para pagar la renta, sin mayor drama, sin tragedia. La vida continúa y es cuestión de cambiar la estrategia. No debemos olvidar que esta serie nos presenta al delincuente más buscado por el FBI.


Con Scandal nos pasó que nos contagió con la copa de vino. No había capítulo que no  motivara a buscar una copa de vino para sentarse a disfrutar la serie.  De hecho, eso, las palomitas de maíz y el café eran los únicos alimentos que se veían como comida frecuente.


Una vez quise ser guerrera. Como las guerreras de las historias de los Vikingos, o de la China antigua. Como los guerreros Assasin. Pero no de los guerreros empaquetados que solo tienen la opción de seguir las órdenes, sino de aquellos solitarios que han unido pasión, espiritualidad, conexión y libertad. Creo que finalmente sigo siendo guerrera en tiempos modernos, sin capa y sin espadas, pero con el cuchillo en la boca al estilo Rambo. Otro personaje.

Y aquel que leyó el libro de Laura Esquivel, Como Agua para Chocolate, y mientras lo leía sintió en el paladar los sabores de los platos que preparaba cargados de sensualidad, de aromas. Isabel Allende también nos transporta a la magia de los alimentos con Afrodita, de manera irreverente pero folclórica, conectada al efecto que producirán esos ingredientes, a lo que esperamos obtener del objeto de su preparación. Una influencia palpable al momento de leer. Una pasión por cocinar que se va transmitiendo porque hay un objetivo y tienen un efecto.



Puedo contar que me encantó la escenografía de la película Júpiter Ascending.  Maravillosos lugares enmarcados en planetas distantes o desconocidos que nos despiertan la imaginación de un posible, soñado o no, prácticamente al alcance de nuestras manos. Pero además, unos personajes que en su trasfondo parecen más bien duquesas y príncipes de un reino antiguo muy europeo.

Hay tantas cosas por descubrir en las escenas,  especiales o no, en los relatos, en la descripción de los detalles. Hay tanto que nos conecta, influye y nos motiva o definitivamente nos cambia, y que viene de eso que vemos o probamos, de lo último que vimos en pantalla o leímos y que queremos compartir, porque lo tenemos en la punta de la lengua.


CAFE CONVERSADO

Ahora tomo mi café,  el primero del día, y lo comparto contigo en esta conversación.

Hoy converso solo contigo. Hoy me he detenido. Las mañanas siempre son  aceleradas aunque tengamos tiempo suficiente y haya oportunidad de sentarse y picotear un pan mientras el aroma del café realiza su danza alrededor de mi nariz, convenciéndome  de que será muy buen día. Siempre hay una prisa y una angustia sobre el tiempo.

Trato de controlar las siguientes tazas de café del día, en cantidades y capacidades, pero ésta la preparo con mucho cuidado y la saboreo de manera especial.


Mi taza, repleta de amor, desde el envase hasta el contenido, me dice que está bien así, que sentarme y disfrutar mi café es un acto de amor a mí misma, a la primera persona que debo cuidar.


Creo que todo este enamoramiento con el café comienza como una forma de complacerme, de ver de forma especial aquello que muchas veces hacemos de forma automática, sin cuidar los detalles, solo por el hecho de que sirve para despertarse y además tiene buen sabor.

Y hace un tiempo empecé a probar otros sabores diferentes al tradicional, a reconocer las diferencias cuando las manos que se detienen a procesar los granos quieren mostrarnos lo especial que puede ser, a buscar combinaciones que le agreguen sabor, aroma. Aún sigo buscando, probando, aprendiendo. Así es mi café de la mañana, en su punto, cuidado, aromatizado de manera especial.

Pero hoy el café tiene un sabor especial, me sabe a recuerdos, a espacios vacíos en mi piel. Me sabe a otros momentos de placer, serenos, de vibraciones que solo se sienten a través de la mirada.  Eso basta para hacer más especial mi café de hoy.


MOMENTOS HISTORICOS

 "Los días históricos se ven normales cuando los vives desde dentro"    Albus Dumbledore. Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlo...